Esto se conoce como el segundo de los salmos penitenciales. Es el cántico de un hombre que se regocija en la seguridad de la restauración. Abriéndose con un estallido de alabanza que revela el conocimiento experimental de la felicidad del perdón (1, 2), pasa a describir la amargura de la experiencia del alma mientras el pecado no se confunde (3, 4). Luego se declara el camino de la restauración mediante la confesión y la disposición de Jehová a perdonar (5).

Sobre la base de tal restauración, el alma tiene acceso a Dios y la seguridad de su socorro en los problemas (6, 7). Luego se canta el mensaje de Jehová a su hijo, en el que se hace la promesa de guía y se declara la condición de sumisión (8, 9). Todo termina con una afirmación de la seguridad de aquellos que invocan a Jehová y un llamado a los hombres para alabarlo.

Entre todos los salmos, no hay ninguno que toque cosas más profundas en la vida del alma o que revele más perfectamente el método de Jehová en el pecado, el dolor y la guía. Está dispuesto a perdonar, capaz de entregar y dispuesto a guiar.

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