Abrí a mi amado, pero mi amado se había retirado y se había ido. Mi alma me había fallado cuando habló, lo busqué, pero no pude encontrarlo, lo llamé, pero no me respondió. Me hallaron los centinelas que rondan la ciudad, me hirieron, me hirieron, los guardianes de los muros me quitaron el manto. “Os conjuro, oh hijas de Jerusalén, que si encontráis a mi amado, que le digáis que estoy enferma de amor”.

Abriendo por fin la puerta sin cerrojo, descubrió que su amado se había ido y había abandonado el palacio. Herido por su refutación, él la había abandonado y la había dejado sola. Y todo porque su alma le había fallado cuando él había hablado.

En el horror de su pesadilla, ella lo busca, pero no puede encontrarlo. Ella lo llama pero él no responde. Y así, cubriéndose con un manto, sale corriendo a las calles de la ciudad (compárese su experiencia similar en Cantares de los Cantares 3:2 ). Pero esta vez no hay ayuda de los vigilantes.

En su pesadilla los vigilantes la encuentran y la tratan como a una mujer suelta, golpeándola y hiriéndola, y ella sabe que es lo que se merece. Luego llega a las murallas de la ciudad y los porteros le arrancan el manto revelando lo poco que lleva debajo (es cosa de pesadillas). Pero a ella no le importa, porque todo lo que puede pensar es que ha perdido a su amado. Y llama a las mujeres de Jerusalén y les pide que, si ven a su amado, le dirán que está enferma de amor por él.

Debe ser obvio que aquí se está dando una lección deliberadamente. Es un claro ejemplo del comportamiento de Israel hacia Dios cuando le extienden su respuesta indolente e insultante a sus súplicas, lo que eventualmente conduce a un arrepentimiento a medias que simplemente falla, y que luego es seguido por un severo castigo. Es una ilustración de su historia constante. Es una advertencia de los peligros de tratar a Dios a la ligera y luego pensar que podemos remediar fácilmente la situación. Pero con qué facilidad podemos descubrir, como lo hizo ella, que una vez que estamos en el camino de la desobediencia y el fracaso, no es tan fácil salir de él. Y puede resultar muy desagradable en el camino.

Debemos notar cuidadosamente aquí la diferencia entre esto y la pesadilla anterior. Entonces los vigilantes habían sido de gran ayuda, pero aquí la tratan con la mayor severidad. Pues entonces aún no estaba casada con su novio y ellos habían reconocido su necesidad de ayuda, pero aquí ella ha despreciado a su marido y por eso necesita ser castigada. Tendemos a pensar que el estado del buscador es peor que la tibieza del cristiano, pero aquí se nos recuerda la severidad de Dios hacia la pecaminosidad de sus hijos.

Dios no ve como algo ligero el desprecio de los acercamientos de Su Hijo a los corazones de Su pueblo. Es hora de que nos despertemos, como lo hace aquí la esposa del rey, a la autenticidad de la ira que hay en Su corazón cuando caminamos en desobediencia. Pero como aquí, porque nuestro Padre nos ama si realmente somos Suyos, nos castiga ( Hebreos 12:5 ). Y si no lo hace, debemos tener cuidado. Porque revelará que no somos verdaderamente sus hijos ( Hebreos 12:8 ).

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