Y Judá los reconoció y dijo: "Ella es más justa que yo, por cuanto no se la di a mi hijo Sela". Y no volvió a conocerla más.

Para su crédito, Judah reconoce la verdad de la situación y reconoce que ella no es culpable después de todo. Ella solo ha hecho lo que tenía derecho a hacer, dar a luz un hijo a su difunto esposo de un pariente cercano. Si no hubiera sido por el incumplimiento de su promesa, habría sido, como debería haber sido, a través de su hijo. Es él quien es más culpable por haber fallado en su deber para con su difunto hijo.

Así, acepta que ahora es su esposa por derecho de la ley del levirato, aunque una esposa con la que siente que ya no puede tener relaciones sexuales porque ella también es su nuera. Esto pone de manifiesto lo inusual de la situación. No era habitual que el padre fuera un pariente cercano. Pero la inocencia de Tamar queda clara, y no podemos tener ninguna duda, por su bien y por el bien de sus hijos, de que el veredicto se dejó claro por escrito. Es por eso que el compilador se enteró más tarde de este evento.

Y para Judá fue un tiempo de vergüenza y abierta admisión de culpabilidad. No podía negar que se había portado muy mal. Lo que comenzó con la cruel sugerencia de vender a José como esclavo resulta en este momento de gran vergüenza para él y su familia.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad