Y hubo mucha murmuración entre la multitud acerca de él. Algunos decían: "Es un buen hombre". Otros dijeron: "Eso no es así, pero él lleva a la masa de gente por mal camino". Sin embargo, nadie habló abiertamente de él por miedo a los judaizantes.

Grandes multitudes llegaban a Jerusalén y sus distritos circundantes para la Fiesta de los Tabernáculos, que era una Fiesta popular. Y hubo una discusión constante entre ellos. Está claro que el ministerio de Jesús había estado sucediendo durante un tiempo considerable, y de hecho se estaba acercando a su fin, y ahora era bien conocido en todas partes. No se atrevieron a hablar de Él en público, pero sí lo hicieron en privado y hubo opiniones divididas acerca de Él.

Algunos, basándose en sus obras y enseñanzas, declararon que era un buen hombre. Otros, probablemente basándose en lo que se les había dicho en las sinagogas, declararon que Él había descarriado al pueblo. Todos hablaban de él. Pero ambos lados hablaron en voz baja. Era peligroso que se le oyera hablar en voz alta de Jesús.

De esto se desprende claramente que las autoridades religiosas habían tomado la decisión de que Él era un hombre peligroso e inaceptable para ellas. Su posición acordada fue que Él debía ser apartado. Y asociarse con Él, o incluso aprobarlo, corría el riesgo de ser castigado en la sinagoga. Era un hombre marcado.

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