Y él les dijo: "Entonces devuelvan al César lo que es del César, ya Dios lo que es de Dios".

Su respuesta fue entonces, en ese caso, “Dad al César lo que es del César, ya Dios lo que es de Dios”. Fue una respuesta muy sabia. Señalaba que cualquiera que pudiera producir un denario estaba dando testimonio del señorío supremo de César. Por tanto, fue justo que le devolvieran lo que habían recibido de él. Todos los denarios pertenecían esencialmente a César. Además, un buen patriota estrictamente no debería haber tocado un denario con un mástil, y así los buenos patriotas estarían de acuerdo con Jesús en que todos los denarios deberían ser eliminados devolviéndolos al César.

Por supuesto, si no tocaran ni un denario tendrían que esconderse por falta de pago de impuestos, pero al menos se verían a sí mismos como puros. Sin embargo, en el momento en que uno descendía a las profundidades de obtener un denario para pagar el impuesto, estaba reconociendo su deuda con César. Y, por lo tanto, fue correcto que le devolviera la moneda odiada. Así, Jesús estaba claro tanto con los patriotas extremos, que estaban de acuerdo con Él en el hecho de que los denarios debían ser entregados al César, y no debían ser tocados por ningún judío patriota, mientras que todo lo demás pertenecía a Dios, y también con el Autoridades romanas, cuya única preocupación era que se les pagara el denario en el impuesto de capitación.

Lo que esto no enseñaba era que se debía dar una cierta cantidad a Dios, y el resto podría entonces considerarse como 'del César', para ser visto como 'secular' y, por lo tanto, utilizable como un hombre desea. Se aplicó a una situación específica. Sin embargo, podría verse como decir que por cualquier beneficio que recibamos del estado, tenemos la obligación de hacer una contribución a ellos. Pero si bien eso es cierto, no es realmente lo que Jesús estaba enseñando positivamente.

Porque lo que era de aplicación general en lo que Él dijo fue el mandato de dar “a Dios lo que es de Dios”. El punto aquí era que todo lo que tenemos, lo hemos recibido de Dios, y por lo tanto debemos reconocer que somos responsables ante Dios como sus mayordomos. Esto continúa con el tema de numerosas parábolas que ya hemos visto. Confirma que todo hombre debe dar cuenta de sí mismo a Dios con respecto al uso que hace de las riquezas.

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