1 Tesalonicenses 5:16

El deber de la alegría.

I. Es de la naturaleza misma de un deber que está en nuestro poder cumplirlo; y así con éste, el mismo hecho de que nos haya sido impuesto prueba que podemos, si queremos, obedecerlo. Y, por tanto, esto descarta de inmediato a quienes se inclinarían a decir que la alegría no depende de nosotros mismos, que es privilegio de unos pocos ser alegres, y de esos pocos sólo en circunstancias especiales; y que es tan vano decirle a la gente que sea alegre y alegre como decirle que sea alto o bajo, fuerte o guapo.

Siempre hay una disposición a hacer que todo en nuestra vida cristiana dependa de las circunstancias, y a poner excusas por este o aquel pecado o defecto, culpando a las circunstancias y no a nosotros mismos. Una vez comenzamos con la peligrosa doctrina de que los hombres son lo que fueron hechos y que no podemos evitar nuestros lapsus debido a la mancha y los defectos de nuestra naturaleza, y abrimos la puerta a las excusas para todo tipo de enormidad.

II. Así como nos acercamos a nuestro verdadero yo, cuanto más fresca y pura, y más sabia y verdadera se vuelve nuestra alma, más alimento encontraremos para el gozo; y porque así como el alma pura encuentra gozosa la vida, y así la alegría reacciona sobre el alma y tiende a purificarla, esta es la razón por la que el Apóstol nos dice que nos regocijemos; porque el gozo tiende a limpiar el corazón y a desterrar el pensamiento del pecado y la miseria, y las guerras contra el recuerdo inútil de dolores que se han ido, y de errores que ahora no pueden ser reparados, y de problemas que pueden ser tentaciones de murmurar, pero que por todos los murmullos del mundo nunca pueden ser como si no lo fueran.

El pecado mata la alegría y solo el pecado; y esta es la parte terrible de la maldición sobre el pecado, que nos roba nuestra herencia de deleite y es un obstáculo para nuestro gozo de corazón. Pero para aquellos que están tratando de darse cuenta de que son los redimidos de Cristo, y que viven en el recuerdo habitual de que Dios es su Padre, el gozo no tiene por qué ser difícil ni debe serlo.

A. Jessopp, Norwich School Sermons, pág. 226.

Referencia: 1 Tesalonicenses 5:16 . Spurgeon, Sermons, vol. xxxii., No. 1900.

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