Deuteronomio 1:31

Estas palabras son parte de un discurso pronunciado por Moisés a todo Israel, en la llanura frente al Mar Rojo. Algunas de las declaraciones divinas más tiernas se encuentran en los libros de Moisés. Así como encontramos flores bordeando el hielo y la escarcha de los glaciares alpinos, en estos libros encontramos estímulos en torno a los mandamientos y grandes promesas que sancionan preceptos fuertes.

El tema del texto es la defensa paterna de Dios.

I. Eche un vistazo primero a lo que podemos llamar nuestra historia. Hay una historia que nos pertenece a cada uno de nosotros, una historia de nuestra vida. Ha sido escrito, aunque no con pluma, y ​​está inscrito en la mente de Dios. No hay historia que debamos leer con tanta frecuencia como la nuestra. Estudiamos las biografías de los demás y descuidamos la historia de nuestras propias vidas.

II. Lo siguiente es Dios en nuestra historia. Los principales agentes de nuestra historia somos Dios y nosotros mismos. De ninguna parte de la historia de la vida podemos excluir a Dios. Su propósito, pensamiento y voluntad están en cada parte y en el todo. Cada paso que damos realiza alguna parte del plan de vida que Él ha establecido para nosotros; de modo que Dios está en nuestra historia, en cierto sentido, mucho más de lo que nosotros mismos estamos en ella.

III. Nuestra historia muestra que Dios nos sostiene. Dios te soporta cuando te pareces a ti mismo caminar solo. "Como un padre se compadece de sus hijos, así el Señor se compadece de los que le temen".

IV. La sustentación Divina es paterna. "El Señor tu Dios te da a luz como un hombre da a luz a su hijo", pero con mucha más sabiduría, más amor, más paciencia, más paternalmente.

V. Hay obligaciones y deberes que surgen de estas verdades. (1) Si Dios nos lleva así, deberíamos "callarnos del temor del mal"; (2) no debemos tener cuidado de nada; (3) debemos confiar en Él con amor.

S. Martin, el púlpito de la capilla de Westminster, quinta serie, núm. Xxiv.

Referencias: Deuteronomio 1:32 . Parker, vol. v., pág. 1. Deuteronomio 1:38 . JS Howson, GoodWords, 1868, pág. 490; Spurgeon, Sermons, vol. ix., nº 537; Spurgeon, Evening by Evening, pág. 263. Deuteronomio 1:39 .

Parker, vol. v., pág. 1. Dt 1-30. WM Taylor, Moisés el legislador, pág. 408; J. Monro Gibson, The Mosaic Era, pág. 321. Deuteronomio 2:7 . J. Kennedy, Christian World Pulpit, vol. ix., pág. 17; A. Raleigh, Pensamientos para los cansados, pág. 46 (ver también Good Words, 1877, p. 430); G. Matheson, Momentos en el monte, pág.

173; Spurgeon, Sermons, vol. xx., núm. 1179. Deuteronomio 2:36 . Parker, vol. v., pág. 2. Deuteronomio 2 Parker, vol. iv., pág. 83. Deuteronomio 3:23 . S. Cox, Exposiciones, tercera serie, pág. 181. Deuteronomio 3:24 . Parker, vol. v., pág. 2.

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