Eclesiastés 2:2

Salomón dice del hombre alegre, del hombre que hace reír a los demás, que es un loco. No es necesario suponer que toda risa es condenada indiscriminadamente, como si la tristeza marcara a una persona cuerda y la alegría a una demente. "Regocijaos para siempre" es una dirección bíblica, y aquellos que saben que tienen a Dios como su Guardián y a Cristo como Fiador deben sentir y mostrar la alegría de corazón. Es la risa del mundo lo que el sabio llama locura.

I. Ese conflicto del que esta creación es el escenario, y los principales antagonistas en los que están Satanás y Dios, es un conflicto entre la falsedad y la verdad. Y es como consecuencia de esto que hay tanta criminalidad en todas partes en las Escrituras adjunta a una mentira, y que aquellos sobre quienes se puede acusar de mentira son representados como más especialmente detestables para la ira de Dios. Ahora bien, mientras la falsedad audaz y directa gana por sí misma la execración general, principalmente quizás porque se siente que milita contra el interés general, hay una indulgencia inmediata por la falsedad más deportiva, que es más jugar con la verdad que hacer una mentira.

Aquí es donde encontraremos la risa que es locura, e identificaremos con un loco a quien la ríe. El hombre que hace pasar una ficción inteligente, o distorsiona divertidamente un hecho, o tergiversa hábilmente un hecho, puede decir que sólo pretende ser divertido; pero como difícilmente puede dejar de rebajar la majestad de la verdad a los ojos de su vecino, puede haber amplias razones para asentir a la decisión del sabio ", dije de la risa, es una locura; y de la alegría, ¿qué hace? "

II. Pero no es quizás hasta que la risa se convierte en cosas sagradas que tenemos ante nosotros la locura en todo su desenfreno y daño. El hombre que de alguna manera ejerce su ingenio sobre la Biblia transmite indudablemente una impresión, lo quiera o no, de que no es un creyente en la inspiración de la Biblia; y puede hacer mucho más daño a las almas de sus semejantes que si se dedicara abiertamente a atacar las grandes verdades del cristianismo.

III. La gran inferencia general de este tema es que debemos vigilar nuestra lengua, para orar a Dios que guarde la puerta de nuestros labios. "Que tu discurso sea siempre con gracia, sazonado con sal".

H. Melvill, Penny Pulpit, No. 2532.

Referencias: Eclesiastés 2:4 . J. Bennet, La sabiduría del rey, pág. 14. Eclesiastés 2:4 . JJS Perowne, Expositor, primera serie, vol. x., pág. 313.

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