Jueces 5:1

I. Una persona que piensa que un libro de lecciones divino debería presentarnos exclusiva o principalmente altas máximas de moralidad, o modelos perfectos de carácter y comportamiento, encuentra en el Libro de los Jueces un gran obstáculo. Allí se exhiben las tribus de Israel, no como ejemplares de excelencia, sino como desorganizadas y bárbaras; en contienda unos con otros y con las naciones de alrededor. Los mismos campeones que se levantaron en su defensa parecen complacer sus vicios de una manera más gigantesca que sus semejantes.

Debemos recordar esto: Dios llama a estos hombres para que actúen como sus siervos, como libertadores de su país, como benefactores de la humanidad. En la medida en que se someten a ese llamamiento, Dios habla en ellos y brilla a través de ellos; los hombres ven su imagen y son criados por ella para saber lo que deben ser. Tan pronto como estos hombres comienzan a actuar y a hablar por sí mismos, a usar la fuerza o la sabiduría que Dios les ha dado en su propio beneficio, a erigirse en héroes o tiranos separados de sus hermanos, en ese momento se convierten en testigos de Dios. por su rebelión como lo habían sido por su obediencia; haciendo evidente la verdad de su afirmación de que Él gobierna el mundo, ya que si estos Sus siervos lo gobernaran sin Él, pronto lo convertirían en un desierto.

II. En este quinto capítulo tenemos este mismo rompecabezas ante nosotros. Deborah es una mujer inspirada, pero alaba a la asesina Jael. La Biblia misma no aplaude este acto; nos dice francamente que Débora la profetisa lo aplaudió. En ese instante, todos los demás pensamientos estaban absortos en alegría por el rescate que ella atribuía a su verdadera fuente. No debemos permitir que nuestra reverencia por Débora interfiera con nuestra reverencia por Dios.

No debemos insistir en que ella tiene razón cuando contradice a los legisladores, profetas, apóstoles y al Hijo de Dios. Desde que se manifestó el Hijo de Dios, también se manifestaron las obras del diablo; es un desprecio monstruoso de la enseñanza de Dios decir que no podemos conocerlos; una negación terrible de ella decir que en ciertos casos podemos identificarlos con sus obras que ha venido a destruirlos.

FD Maurice, Los patriarcas y legisladores del Antiguo Testamento, p. 320.

Referencia: Jueces 5:2 . JM Neale, Sermones para el año eclesiástico, vol. ii., pág. 229.

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