Mateo 4:18

Jesús y los pescadores.

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I. Jesús llamó a los pescadores galileos. No había nada nuevo en llamar a los hombres de una condición humilde al desempeño de una tarea elevada y santa. Los hombres que iban a estar a la cabeza de este gran movimiento eran hombres del pueblo, hombres que no habían disfrutado de ningún privilegio especial. Debería ser suficiente para establecer la certeza de la celestialidad del Reino de Cristo, que Él no usó ningún medio artificial para sentar sus cimientos con tanta firmeza en la conciencia del mundo, y que esto se hizo mediante la instrumentalidad de los pescadores, y que apeló a ellos como lo hace a todos, a la mente dispuesta y a la conciencia receptiva, y lo hizo proporcionándoles un nuevo y santo ideal de vida humana.

II. Los llamó con un propósito específico. "Los haré pescadores de hombres". Así les habló con palabras familiares; pero las palabras familiares cuando las usaba estaban cargadas de un significado desconocido; contenían la revelación del corazón de Dios y del destino del hombre. Aquel que conocía como nadie conocía, puso lo ordinario al servicio de lo extraordinario y, sin perjuicio de su tema, tradujo lo espiritual a los términos de lo material.

Cristo prometió que sus discípulos deberían pescar. "Los haré pescadores de hombres". Tendrían que variar su manera de usar la red que les proporcionó; no atraparían tantos como quisieran, pero al final lo conseguirían, porque la red era el tipo de red adecuado, y ellos mismos estarían preparados para su uso.

III. Cómo iban a ser preparados para este trabajo: "Sígueme". Debían esperar en Él, entrar y salir con Él desde el principio, comprender el significado de Sus palabras y el espíritu en el que fueron concebidas. Deben conocerlo; este fue el primero, su gran negocio en la vida. Él enseñó Su doctrina en la práctica de ella, y la práctica de ella con la paciencia y el heroísmo de Su propia vida. Debían saber todo lo que necesitaban saber, ser todo lo que debían ser y hacer todo lo que se les pedía que lo hicieran, siguiéndolo a Él.

JO Davies, Sunrise on the Soul, pág. 3.

Referencias: Mateo 4:18 . AB Bruce, La formación de los doce, pág. 17; Revista del clérigo, vol. iii., pág. 283; HW Beecher, Sermons (1870), pág. 311. Mateo 4:18 . Parker, Vida interior de Cristo, vol. i., pág. 139.

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