Salmo 119:176

I. Como toda oración verdadera, el texto comienza con la confesión. Describe nuestra condición tal como es a los ojos de Dios; penetra hasta el corazón y nos muestra de dónde fluye el pecado, sean cuales sean sus manifestaciones visibles y externas. "Me he descarriado como una oveja perdida". Sabemos bien quién es ese Pastor de nuestras almas de quien nos hemos apartado. Sabemos, al menos con nuestro entendimiento, lo que Dios ha hecho por nosotros al redimirnos por la sangre de Cristo.

También sabemos lo que debe ser habernos apartado de Él; que implica una falta de amor a Dios, una falta de gratitud por su bondad para con nosotros, una falta de interés en pensar y oír de Él, una falta de consideración por Su palabra y por todos los medios de gracia que Él nos ha dado .

II. "Busca a tu siervo". Cuánto está implícito en estas pocas palabras. Nos hemos apartado de Dios; y ahora, como una oveja que se ha descarriado de su redil y ha perdido todo rastro del camino por el que debe volver, le pedimos a Dios que nos busque: le pedimos por su Espíritu que siga, por así decirlo, nuestros vagabundeos, por venir. tras nosotros a ese desierto desolado y aullante en el que nos hemos perdido, y para darnos a la vez la voluntad y el poder de escuchar Su voz y seguirlo. Tal es el misterio de nuestra vida espiritual. Dios debe buscarnos primero si queremos buscarlo verdaderamente, y sin embargo, es en nuestra búsqueda de Él que podemos reconocer mejor su búsqueda de nosotros.

III. "Busca a tu siervo". ¿Cómo busca Dios al hombre? No solo en la llamada directa del Evangelio de Su Hijo, que ha llegado a nosotros, como a todo el mundo; pero en cada circunstancia de nuestra vida, en cada misericordia que disfrutamos de Sus manos, es más, en cada interrupción de nuestro consuelo y felicidad, tenemos un signo hablante de Su presencia, una nueva prenda de ese amor que difícilmente nos permitirá olvidarlo. , a menos que ya nuestros ojos y oídos estén cerrados con deliberada dureza contra su atractivo.

CJ Vaughan, Harrow Sermons, primera serie, pág. 1.

Referencias: Salmo 119:176 . T. Arnold, Sermons, vol. v., pág. 171; JH Evans, Thursday Penny Pulpit, vol. VIP. 25. Salmo 119 Homiletic Quarterly, vol. v., pág. 261. Salmo 120:5 .

Spurgeon, Mañana a mañana, pág. 249. Salmo 120:6 . Linterna del predicador, vol. ii., pág. 182. Salmo 120 S. Cox, The Pilgrim Psalms, pág. 1.

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