Salmo 119:47

El amor a las leyes de Dios debe distinguirse de la mera observancia exterior de ellas. Como en la ley de Moisés, mucho más en el Evangelio de Cristo, la religión es la del corazón, en el espíritu y no en la letra, que no consiste en la mera observancia de ciertas reglas, por buenas que sean, sino en el amor. y nos deleitamos en observarlos, como el medio de gracia designado por nuestro Padre celestial y Redentor para llevarnos a Su descanso eterno.

I.Mirando, entonces, imparcialmente en nuestro curso de vida y conducta, debemos observar si es un deleite y un consuelo sincero para nosotros meditar en lo que nuestro Padre celestial y Redentor ha hecho por nosotros, y tener comunión con nosotros. Él en oración, acción de gracias y aspiraciones continuas después de Su descanso eterno.

II. De la misma manera deberíamos examinarnos a nosotros mismos en cuanto a nuestra conducta hacia los demás: si eso se basa en el alto principio cristiano del amor y el deleite en la voluntad de nuestro Redentor, o en algún otro fundamento mezquino e indigno.

III. Si deseamos seriamente seguir el camino que conduce a la vida, estamos obligados a examinarnos a nosotros mismos en cuanto a nuestro dominio propio y poder sobre nuestro temperamento y disposición. Supongamos que, en el camino del deber diario, se nos pide hacer o sufrir cosas que por naturaleza nos resultan molestas, fastidiosas y desagradables. En la medida en que amemos a nuestro Dios y Salvador, nos deleitaremos incluso en tales pruebas, simplemente por esta razón: porque nos las envió.

Si nos ocupamos a lo largo de la vida de amar y deleitarnos en los mandamientos de nuestro Redentor, no fallaremos al fin, mediante la expiación de Su sangre, en ser admitidos para obtener Sus promesas celestiales, Su reino de gloria eterna.

Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times" vol. x., pág. 215.

Referencias: Salmo 119:49 . Spurgeon, Mañana a mañana, pág. 119. Salmo 119:50 . Ibíd., Mis notas para sermones: Génesis a Proverbios, pág. 163; Ibíd., Sermones, vol. xxxi., núm. 1872. Salmo 119:53 . Ibíd., Evening by Evening, pág. 309.

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