Salmo 121:8

I. Fue ayuda, y sólo ayuda, lo que el orador buscó de Dios. Y la ayuda no es la que prescinde del esfuerzo de nuestra parte, sino más bien lo que supone tal esfuerzo. Ayudar a un hombre no es hacer todo por él y no dejarle nada que hacer por sí mismo, sino ayudarlo en sus esfuerzos, hacer esos esfuerzos efectivos cuando quizás sin esa ayuda serían insuficientes y frustrados.

II. "Quien hizo el cielo y la tierra". Esto es convertir la creación en cuenta. No hay una huella de poder en el universo visible, pero es un mensaje para el cristiano que le dice que no tenga miedo.

III. "No permitirá que tu pie resbale". En el primer versículo tenemos al salmista apoyado o esperando en Dios; en el tercero, renovamos su fuerza a través de la nueva seguridad del favor y apoyo divinos. Si no hubiera un ojo más atento en nuestro camino que el nuestro, a menudo estaríamos en lugares tan resbaladizos que ningún esfuerzo podría servir para evitar caer; pero hay un ojo sobre nosotros que nunca se cierra.

IV. "No se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel". Luego hay una compañía bendecida que comparte conmigo esta protección incansable, "partícipes de la herencia de los santos en luz".

V. "El Señor es tu guardián". Esto indica, de hecho, la presencia y actividad de enemigos que, como lobos, pueden merodear por el rebaño, pero también indica la seguridad de los que están dentro del redil. Si nos negamos a quedarnos en el redil y vagamos voluntariamente por el desierto, debemos esperar ser acosados ​​y destrozados; pero Dios nunca dejará de guardarnos mientras no nos esforcemos por mantenernos a nosotros mismos.

VI. El último versículo es una promesa de que seremos guardados en todos nuestros caminos; que en todos nuestros negocios, en todos nuestros movimientos, en medio de todos los cambios y oportunidades de nuestra vida mortal, siempre seremos defendidos por esa ayuda pronta que surge de un ojo que no puede cerrarse y un brazo que no puede fallar.

"Incluso para siempre". Hay una "salida" de este mundo; hay una "entrada" al próximo mundo. Nuestra "salida" a través del valle oscuro estará bajo la guía de ese pastor bendito cuya vara y cuyo cayado nunca dejará de consolar al creyente; nuestra "entrada" a la ciudad celestial será como herederos con ese glorioso Redentor que debe reinar hasta que haya puesto a todos los enemigos debajo de Sus pies.

H. Melvill, Penny Pulpit, No. 2241.

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