Salmo 26:2

El autoexamen debe realizarse bajo y mediante el escrutinio o el poder inspector de Dios. Realmente nos probamos a nosotros mismos cuando Él nos prueba, y podemos aprobarnos correctamente solo cuando Él nos aprueba.

I. Dios ciertamente puede examinarnos, y nosotros no podemos examinarnos a nosotros mismos de la manera más superficial e incompleta. (1) Porque nuestra memoria es demasiado corta y escasa para restaurar o recordar la concepción de uno entre cien millones de nuestros actos. (2) Si pudiéramos recordarlos todos, nunca podríamos repasar el estudio de un material tan vasto y multiplicidades tan casi infinitas de manera que podamos juzgarlos o juzgarnos a nosotros mismos tal como están representados en ellos.

(3) Dado que la comprensión de nuestro estado actual es imposible sin comprender todas las causas de nuestra acción que han ido moldeando el carácter y moldeando su figura, nuestra facultad es aquí incluso más corta que antes. Es evidente, miremos hacia donde miremos, que sólo Dios es capaz de examinar real y discernidamente el alma o el espíritu humano.

II. En lo que frecuentemente se entiende por autoexamen, hay algo erróneo o engañoso, que debe ser cuidadosamente resistido. Es una especie de estado artificial en el que el alma se aparta de sus objetos y obras, y de sus llamadas de amor y sacrificio para dedicarse a actos de autoinspección. Podemos estar tan absortos en este asunto del autoexamen, que nos volvamos completa e incluso mórbidamente egoístas en él; porque ¿qué puede ser más egoísta que estar siempre atento a uno mismo?

III. Es importante también en lo que respecta a una correcta impresión de este tema, observar cuánto está implícito en una buena voluntad o deseo de que Dios nos examine y nos pruebe. Si estamos dispuestos a que Dios nos examine y nos lleve a un veredicto exactamente correcto, ese es un estado tan simple, tan honesto, tan imparcial, tan protegido contra toda influencia falsa, que apenas necesitamos buscar más; ya estamos en su sano juicio, listos para recibir la verdad.

IV. Hay una manera de llegar al veredicto de Dios, cualquiera que sea. Dios se propone darnos, y ha planeado darnos siempre, el beneficio de Su propio conocimiento de nuestro estado. Dios se manifiesta siempre en la conciencia de aquellos que lo aman y son correctos con él. Tendrán su Espíritu testificando con el de ellos. En su amor sencillo conocerán el amor de Dios por ellos; porque el que ama, conoce a Dios.

H. Bussnell, Sermones sobre sujetos vivos, pág. 224.

Referencias: Salmo 26:3 . Spurgeon, Sermons, vol. xvi., núm. 956. Salmo 26:6 . G. Brooks, Outlines of Sermons, pág. 253.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad