Salmo 30:12

I. El primer motivo de la alegría pascual es el triunfo y la satisfacción de nuestro Señor mismo. Simpatizamos reverentemente con el terrible dolor de nuestro adorable Señor y Amigo; y así entramos, de algún modo lejano, en la sensación de triunfo, indecible y sublime, que sigue más allá. Es su gozo el que inspira el nuestro; convierte nuestra tristeza en gozo, quita nuestro dolor y nos ciñe de alegría.

II. El gozo pascual se inspira en el sentido de confianza con el que la resurrección de Cristo de entre los muertos vigoriza nuestra comprensión de la verdad cristiana. Ciertamente, el entendimiento tiene su gozo, no menos que el corazón; y se experimenta un agudo sentido de alegría intelectual cuando logramos descansar la verdad, o cualquier parte de ella, sobre una base segura. Similar al gozo de los estudiantes y trabajadores es la satisfacción de un cristiano cuando se detiene constantemente en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

La resurrección de nuestro Señor es un fundamento sobre el cual descansa toda la verdad en el credo cristiano que es distintivamente cristiano, y no meramente teísta. Junto a la tumba vacía de Jesús resucitado, la fe cristiana se siente sobre la dura roca de los hechos; aquí rompemos la tiranía de la materia y los sentidos, y nos levantamos con Cristo al mundo inmaterial. Aquí ponemos un término a la enervante alternancia de conjeturas y dudas que prevalece en otros lugares, y llegamos a la frontera de lo absolutamente cierto.

III. Podemos tener la esperanza de encontrarnos con nuestros amigos, no como sombras sin forma e irreconocibles, sino con los rasgos, las expresiones, que tenían en la tierra. La resurrección de Cristo es el modelo y la garantía de la nuestra. Es más, "todos los hombres se levantarán con sus cuerpos". Y si aquellos a quienes llamamos muertos saben algo de lo que está sucediendo aquí en la tierra, entonces podemos creer que la fiesta de Pascua es también para ellos, en cualquier medida, una ocasión de regocijo, y que la felicidad de la Iglesia en la tierra es respondió desde más allá del velo.

HP Liddon, Easter Sermons, vol. i., pág. 196.

Referencia: Salmo 31:4 . Spurgeon, Evening by Evening, pág. 234.

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