Salmo 51

David, al comienzo de este Salmo, pide misericordia. Ningún hombre arrepentido jamás se acercó a Dios del lado de Su justicia. El fariseo, en verdad, apela a la justicia; pero el publicano pide misericordia.

I. "Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado". Marque la minuciosidad de este deseo. No solo el pecado debe ser borrado, sino el mismo pecador. lavado y limpiado. No debe haber simplemente un cambio de estado, sino un cambio de naturaleza. Todas las palabras de David provienen, por así decirlo, del centro de su ser. Aquí no se juega con la superficie.

II. "Porque yo reconozco mis rebeliones". La confesión es una base necesaria del perdón. La confesión es en realidad un acto multitudinario; son muchos actos en uno; es una convergencia del juicio correcto, el sentimiento correcto y la acción correcta.

III. En el tercer versículo, el salmista usa una expresión extraordinaria, a saber: "Mi pecado está siempre delante de mí". El punto a señalar aquí es la relación personal distinta que cada hombre sostiene con su propio pecado. Es enfática y exclusivamente suyo.

IV. "Contra ti, solo contra ti, he pecado", etc. La idea es que todo pecado está en contra. Dios. Todo aquel que peca contra el hombre, peca contra Dios. Entonces, cuán sagradas son todas las relaciones humanas. Cada golpe contra la humanidad es un golpe contra Dios.

V. Hasta el versículo duodécimo, el salmista limita sus intercesiones a temas que se relacionan inmediatamente con su propia condición espiritual; pero en ver. 13 incluye a otros consigo mismo: "Entonces enseñaré a los transgresores Tus caminos". Marque la conexión entre la verdadera santidad personal y la verdadera benevolencia mundial. Este es el secreto de todo movimiento evangelístico. El trabajo comienza en la consagración personal. Ver. 17 muestra que todo sacrificio es inútil si no es vitalizado por el elemento moral.

Parker, miércoles por la noche en Cavendish Chapel, p. 1.

Referencias: Salmo 51:18 . AP Stanley, Sermones en ocasiones especiales, pág. 328. Salmo 51 A. Maclaren, Life of David, pág. 216; FW Robertson, Sermones, segunda serie, pág. 84; F. Thluck, Horas de devoción, pág. 25.

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