Salmo 95:6

Este Salmo sugiere muchos temas de interés, pero el punto al que el texto dirige nuestra atención es la importancia y el alcance de su invitación a la adoración.

I. En el rigor de la palabra, adoración es la expresión, por un acto externo, pero mucho más por un acto interno, de la sincera convicción del hombre de que su primer deber para con el Dios Todopoderoso es la sumisión; y, por tanto, es distinto de muchos otros actos del alma que a veces pueden confundirse con él. (1) Compárelo, por ejemplo, con la admiración. Como admiradores, damos por sentado que estamos tan a la altura del objeto admirado como para hacerle justicia; como admiradores, presuponemos y ejercitamos, aunque favorablemente, nuestros derechos de críticos.

En la adoración abandonamos todas las pretensiones de profanas, de grotescas; no pensamos más que en la solitaria y terrible grandeza de Dios, y en nuestra absoluta insignificancia ante Él. (2) Acción de gracias, alabanza y oración por bendiciones, los tres se diferencian de la adoración en que en cada uno de ellos el alma está menos postrada, más capaz de soportar el pensamiento de sí mismo, que en la adoración pura y simple. La adoración pura no tiene corazón para uno mismo; yace en silencio al pie del trono, consciente sólo de dos cosas: la insignificancia del yo, la grandeza de Dios.

II. Observe algunos de los principales beneficios de la adoración, que explican la importancia que le asigna la Iglesia de Cristo. (1) Nos coloca, como individuos y como cuerpo de hombres, en nuestro verdadero lugar ante Dios nuestro Creador. (2) La adoración nos obliga a pensar lo que somos nosotros mismos. (3) La adoración es un estímulo para la acción cuando, y solo cuando, es sincero. Si es cierto que trabajar es rezar, no es menos cierto que rezar es trabajar.

La oración, de hecho, es trabajo, ya que exige mucho a las energías de la voluntad. El contacto con la realidad más elevada no puede dejar de fortalecernos, y encontramos en todas las épocas que la resolución más noble de actuar o de sufrir se ha formado una y otra vez como si obedeciera a lo que parece un repentino y abrumador destello de luz durante la adoración.

HP Liddon, Family Churchman, 18 de agosto de 1886 (véase también Christian World Pulpit, vol. Xxx., P. 104).

La bondad, el poder, la sabiduría, la providencia, la presencia de Dios se nos muestran y manifiestan abundantemente en todas las obras del Creador. No hay nada en todas estas obras que parezca, por así decirlo, obra del azar; todos llevan marcas de cuidado, diseño y adaptación de los medios al fin; todos parecen decir al oído que oye: "La mano que nos hizo es Divina". Y es a la adoración de esta Cabeza Divina, es al reconocimiento de Dios como nuestro Creador, que el texto nos llama.

La contemplación de las obras de Dios está calculada: (1) para llenar nuestras almas de pensamientos nobles y dignos acerca de Dios; y (2) para hacernos humildes en nuestra estimación de nosotros mismos, como parte de estas poderosas obras. Estas dos cosas ayudan a que la adoración sea aceptada.

RDB Rawnsley, Village Sermons, tercera serie, pág. 176.

Referencias: Salmo 95:6 . FW Farrar, Christian World Pulpit, vol. xxv., pág. 369; H. Hayman, Rugby Sermons, pág. 119. Salmo 95:7 ; Salmo 95:8 . Spurgeon, Sermons, vol.

xxvi., nº 1551; Revista del clérigo, vol. xx., pág. 204. Salmo 95:8 . G. Moberly, Sermons in Winchester College, segunda serie, pág. 283. Salmo 95 JM Neale, Sermones sobre pasajes de los salmos, p. 216. Salmo 96:6 .

A. Watson, Sermones para domingos, festivales y ayunos, tercera serie, pág. 128. Salmo 96:8 . EW Shalders, Christian World Pulpit, vol. xxiv., pág. 179.

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