GUERRA CRISTIANA

'Poderoso en Dios para derribar fortalezas'.

2 Corintios 10:4

Hay momentos en que el Evangelio de Cristo debe afirmarse como un poder destructivo. Si buscamos sobresalir en la edificación de la Iglesia de Cristo, no debemos demorarnos en tomar parte en derribar lo que no es la Iglesia.

I. Todo el lenguaje militar que usa San Pablo aquí fue su propia elección. —No es que estos corintios desobedientes y obstinados lo desafiaran como desde las almenas de una fortaleza en lo alto de una roca escarpada. A su juicio, no necesitaban ninguna fortaleza contra él. Lo despreciaban por ser un hombre débil y casi solitario. Nada es más común que confundir la dulzura con la debilidad.

Las fuerzas del cristianismo siempre son despreciadas por quienes no las comprenden. No debemos importarnos ser despreciados y ridiculizados al atacar grandes males. Goliat se rió del joven que se le acercó con una honda y una piedra. Una convicción profunda, inteligente y amorosa en tu corazón vale toda la fuerza del otro lado.

II. La victoria puede ser segura, pero eso no lo hace fácil. —Dar lo que el Apóstol llama con toda su fuerza. Las cosas que hay que derribar son, de hecho, fortalezas. Un primer principio en toda guerra es no subestimar al enemigo. Es la locura del mundo despreciar a la Iglesia militante; Sea la sabiduría de la Iglesia militante que no desprecie al mundo. Estas dos cartas de St.

Paul está lleno de lucha agonizante. No juega con ellos. Ninguna consideración queda desempleada. La gran fortaleza de la mundanalidad es la ciudadela dentro de la ciudadela, y lo exterior puede romperse mientras que lo interior permanece sin brecha. ¡Qué gigantesca tarea llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo! Puede que estemos más o menos cautivos de algo que se parece a Cristo y, sin embargo, no es Cristo. Los que no están sometidos solo pueden estar bajo el dominio real de Cristo mediante un empleo sincero e incansable de todos nuestros recursos espirituales.

III. No basta con expulsar a los que retienen; lo que tienen debe ser completamente destruido. El fin de la guerra es la paz; nada más puede justificar la guerra. Todas esas separaciones y hostilidades que ha producido el Evangelio de Cristo, que Cristo previó que se producirían, terminarán en una paz más profunda y santa que la que las meras asociaciones naturales puedan jamás permitir.

Ilustración

«La guerra, ha dicho de los romanos Montesquieu, era su único arte, y pusieron toda la energía de su intelecto para perfeccionarla. No solo en el campamento y en la marcha se ejercitaban, sino que en la propia Roma había un Campus Martius, un campo de Marte. Todo estaba subordinado a la guerra. Y así, para nosotros, el conflicto, el conflicto incesante, es la condición del éxito espiritual. El valiente héroe viejo, Bernal Díaz, que luchó en la conquista de México, vistió su armadura tanto tiempo y tan constantemente que después no pudo dormir cómodamente sin ella. Y de la misma manera nuestra armadura se convertirá en parte de nosotros mismos '.

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