Ella fue e hizo conforme a las palabras de Elías.

La liberalidad moderna y la viuda de Sarepta

I. El trato que recibió fue en verdad la manifestación de la mente de la mujer hacia Dios mismo. De lo contrario, sería difícil señalar algo en lo que se nos pueda decir que lo hacemos a favor o en contra de la voluntad del Dios Todopoderoso. Él mismo, sin embargo, ha puesto este asunto más allá de toda disputa, porque ha dicho: "El que da al pobre, al Señor se dirige"; y Cristo representa la escena del juicio al decirles que Él dará la bienvenida a Su pueblo con la seguridad: "En cuanto hicisteis una obra de caridad para con uno de estos mis hermanos, a mí me la hicisteis".

II. Este regalo no debe ser un acto de necesidad, sino de pura oblación. El resentimiento mientras das, o el dar porque se te impone la necesidad de la moda, la costumbre o la exigencia, es estropear el regalo por completo. Eso es sólo la mitad de un regalo que no se lleva a casa gratuitamente. Una cosa es dar de nuestra sustancia en obediencia a una petición reiterada; otra cosa es llevárselo a Dios libremente y con deleite.

III. ¿Observa qué es lo que Dios exige? Satanás, el mundo o las vanidades, permitan que estos obtengan su servicio, y pronto se verá reforzado en su servidumbre, y es seguro que todo será finalmente atraído y tragado por su insaciable vórtice. No puedes, incluso si intentaras deliberadamente hacer un compromiso, arreglar la concesión de una cierta porción de tus medios, tiempo o pensamiento, en actividades impías.

Todo lo absorbente es el poder del pecado. Las energías del cuerpo y la mente fluyen insensiblemente por su canal, y el devoto se convierte en esclavo y, en última instancia, en víctima arruinada. Pero, ¿cuál es su exigencia para ti, cuyo servicio es la perfecta libertad? No tanto como tiene derecho a exigir; muchos menos de los que, movidos por su gracia, están dispuestos a otorgar. El pecado, que absorbe todo si puede, no es más que un ladrón en el mejor de los casos, porque no puede reclamar ningún tipo de derecho, mientras que Dios, que tiene derecho a todo, exige poco. Lo que sí afirmo aquí, sin embargo, es que, aunque los requisitos de Dios son comparativamente pequeños, son, sin embargo, universales.

IV. Ningún acto para Dios se realiza sin su favor, y "la bendición del Señor enriquece, y él no añade dolor". ( G. Venables. )

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