Mata a mis dos hijos

Un modo ilegal de hablar

Te daré permiso para que me quites la vida, a menos que haga esto o aquello.

Modos de hablar como éste no llegan a ser la boca de los discípulos de nuestro Redentor. ¿Cómo sabemos qué podremos hacer dentro de un día o de una hora? Debemos decir: Si vivimos, y el Señor quiere, haremos esto o aquello; “Porque el corazón del hombre concibe su camino, pero el Señor dirige sus pasos”. Cuando los hombres usan este idioma, sus palabras no deben entenderse en su sentido literal. Son sólo afirmaciones fuertes, teñidas de una profana frivolidad mental.

La muerte no debería ser una palabra. Se considerará grave morir cuando llegue la muerte, si no lo consideramos habitualmente como un asunto grave, mientras vivimos en prosperidad y salud. “Por la vida de Faraón, sois espías”, dijo José a sus hermanos. Rubén se compromete, por la vida de sus dos hijos, a llevar a Benjamín a salvo a su padre, si su padre confiaba en el joven a su cuidado.

Seguramente Reuben podría haber aprendido a evitar aseveraciones tan fuertes sobre cosas de este tipo. Su deseo era llevar a José a casa con su padre y, sin embargo, no pudo persuadir a sus hermanos de que cumplieran con sus intenciones. Su deseo era llevar a Simeón a salvo a su padre y, sin embargo, se vio obligado a dejarlo en Egipto. Tenía motivos para esperar que sus hermanos no trataran a Benjamín como habían tratado a José.

Tenía motivos para esperar que el señor de Egipto cumpliera su promesa. Pero, ¿estaba tan seguro de ambas cosas, y de no encontrar ningún accidente grave en el transcurso de sus viajes, que podía prometer la vida de sus dos hijos por el feliz regreso de Benjamín? Sabía que Jacob no le tomaría la palabra. Pero, ¿y si Dios, por algún evento adverso, le hiciera sentir que había hablado mal? ( G. Lawson, DD )

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad