Y los valientes sin mano serán quitados.

La soberanía de Dios vista en relación con la muerte de su pueblo

El texto es parte del argumento empleado por Eliú para establecer el principio de la equidad Divina en el gobierno del universo. Insinúa que el patriarca sufriente había al menos implicado ciertas reflexiones sobre el carácter de la Deidad, y le reprocha para demostrar que el gobernador del universo no podía ser injusto.

I. La soberanía e imparcialidad de Dios. La soberanía en el sentido más elevado y propio pertenece exclusivamente a Jehová. No se establecen límites a Su influencia y ningún departamento está libre de Su control. La causa originaria de la muerte no es la soberanía divina, sino nuestro pecado. En la salvación vemos la soberanía de Dios como la causa originaria; pero en la muerte la culpa del hombre. Aunque la muerte no se ha originado en la soberanía, todas las circunstancias de la muerte están controladas por ella. La muerte se erige como un mensajero voluntario en el estrado de la Omnipotencia.

1. Dios determina la hora de la disolución. Las bajas de las que a veces hablamos son bajas para nosotros, pero no para Dios. Son partes necesarias del sistema general que Su sabiduría regula y Su poder controla. No hay confusión en lo que Dios hace o permite que se haga.

2. Dios determina o controla los instrumentos mediante los cuales se terminará la vida. Ya sea por una enfermedad prolongada y persistente o por un derrame cerebral repentino. Solo hay dos casos de exención (aparente): Enoc y Elijah.

3. Dios no se deja influir por la consideración de las consecuencias meramente presentes. Todos están previstos por Él. La muerte es una pena que debe aplicarse universalmente. Al administrar un gobierno equitativo, no se debe permitir que lo particular obstaculice el bien universal.

II. La debilidad y dependencia del hombre. El contraste es tremendo entre la debilidad de la criatura y la majestad del Creador. "El hombre muere y se consume". “Sale como una flor y es cortado”. Hacemos la pregunta: "¿Dónde está?" La naturaleza no da respuesta. La filosofía no da respuesta. Solo la revelación puede hacerlo. Arroja su luz sobre el futuro y, como en una palabra, dice "¡eternidad!" ( George Wilkins. )

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