La paz sea entre tus muros.

La paz y la prosperidad de Jerusalén

Los elementos principales que constituyen una Iglesia próspera son:

I. Pureza de doctrina. Está de moda burlarse de la doctrina, hablar con ligereza sobre "roer los huesos secos de la doctrina", respaldar el sentimiento del poeta que entregaría la doctrina a los intolerantes para luchar y estaría satisfecho con "la vida correcta". Aquí hay una falacia. ¿Cómo podemos saber cuál es la vida correcta si no la aprendemos de la doctrina? Como creyentes en el hecho de una revelación, y que la Biblia contiene esa revelación, sostenemos que el hombre “cuya vida es justa” es un hombre que sabe cuál es la doctrina de la Palabra de Dios con respecto a vivir correctamente.

II. Espiritualidad. La verdadera religión es tanto una vida como una creencia, una vida basada en una creencia, pero siempre una vida. Esa vida es producida por el Espíritu Santo, que toma las cosas que son de Cristo y nos las muestra. La verdadera religión tiene que ver con el espíritu del hombre. Limpia la fuente, y los arroyos que de ella brotan son puros. El hombre que tiene espiritualidad es un hombre de principios religiosos.

Él es el mismo, haga lo que haga y donde quiera que vaya. Es igual en política que en eclesiásticos. Es un cristiano en la compra y venta, un cristiano en casa y en el extranjero, en tierra y en el mar.

III. Amor fraterno. La Iglesia es una familia cuya Cabeza es Cristo. El mismo espíritu que se encuentra en la Cabeza también se encuentra en los miembros de la familia. Ahora bien, así como los miembros de una familia se aman unos a otros debido a su vínculo de sangre (relación), los miembros de la familia de la fe deben reconocer y ejemplificar su unidad en Cristo. Una vez se le preguntó a un ministro qué pensaba de la doctrina del reconocimiento mutuo de los santos en el cielo.

Él respondió: "Estoy mucho más preocupado por el deber de mi pueblo de reconocerse unos a otros aquí en la tierra". La respuesta fue cáustica, pero tal vez fuera necesaria. Los cristianos deben amarse unos a otros. Tienen el mismo Salvador y el mismo Espíritu, y recorren el mismo viaje. Igualmente tienen estímulos y desalientos, conflictos y victorias, deberes y pruebas, y por fin serán recibidos en un hogar eterno.

IV. Trabajo serio. Con el ejercicio se desarrolla el músculo y todo el sistema se mantiene en un estado de vigor. Las personas dedicadas a empleos mentales o sedentarios no pueden desconocer impunemente esta ley de salud. Así es en el dominio de lo espiritual. El ejercicio es necesario para el desarrollo espiritual y la fortaleza espiritual. Aquí hay otro punto de vista: Dios ha hecho imperativo el trabajo cristiano. Se complace en emplear a su pueblo para decirles: "Id, trabajad en mi viña". Así como entre ellos hay una gran variedad de talentos, así en la viña hay muchos tipos de trabajo. Cada don, por humilde que sea, puede encontrar un campo para ejercitarse. ( John Currie, DD )

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