Traman engaños contra los que están tranquilos en la tierra.

El pecado se acerca a los desprevenidos

"No hay tentación", dijo Juan de Wesel, uno de los más grandes reformadores pre-luteranos, "tan grande como para no ser tentado en absoluto". Tenemos una vívida ilustración de esto en una imagen que nos dio un escritor tardío sobre historia natural. Cuando los caballos salvajes de México, nos dice, están pastando inconscientemente en una pradera, a veces se puede ver reunirse en la distancia una manada de lobos, a quienes el hambre ha expulsado en busca de comida.

Al principio, los caballos inhalan el olor y se alarman, y mientras continúen, todo está a salvo; porque su rapidez pone una barrera entre ellos y sus asaltantes, que estos últimos son totalmente incapaces de superar. Pero los lobos parecen tan graves e inocentes, tan exclusivamente graminívoros y amables, que sus víctimas previstas pronto se alivian de todo miedo y comienzan de nuevo a pastar silenciosamente en el mismo lugar.

En la actualidad, dos de los lobos más viejos y más cautelosos se pasean, por así decirlo con indiferencia, y aparentemente con el mero propósito de pasatiempo, a veces avanzando, a veces retrocediendo, y de vez en cuando deteniéndose para bromear entre ellos, como si quisieran. muestran su desenfrenada sencillez y vivacidad de corazón. Nuevamente los caballos se alarman; pero nuevamente, al observar cuán inocentes y amables parecen sus visitantes, caen una vez más a pastar seguros en los campos.

Pero ahora ha llegado el momento fatal; y con un salto infalible, la más cercana de las víctimas encuentra los colmillos de uno de sus demacrados y astutos perseguidores atados en sus caderas, y los de otro en su cuello, y en un momento está cubierto por toda la manada codiciosa que ha estado esperando hasta este momento para lanzarse sobre su cuerpo postrado. Así es como el pecado se presenta al alma imprudente.

Primero, holgazanea con indiferencia en la distancia, como para mostrar su inofensividad y falta de compromiso. Luego, cuando la sospecha se desarma, se acerca aún más, jugando como si fuera un mero pasatiempo. No es hasta que el alma siente sus colmillos que descubre que ahora es víctima y esclava de un amo cuyo yugo amargo y cruel debe ser soportado, no solo a través del tiempo, sino a través de la eternidad. ( La linterna del predicador. )

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