Y salió al manantial de las aguas, echó allí la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo he sanado estas aguas; de allí no habrá más muerte ni tierra estéril.

Ver. 21. Y salió al manantial de las aguas y echó la sal allí. ] No al canal, sino al manantial. Así también nosotros, si queremos ser sanados, arrojar la sal de la mortificación en nuestros corazones, esas fuentes de discursos y acciones. El Paracelsa sostiene que hay sal en todos los cuerpos. Efectivamente, debería haber dolor piadoso en cada alma.

He sanado estas aguas. ] Si Dios echa en nuestros corazones una sola gota de la sal de su Espíritu, estamos completos: ningún pensamiento puede pasar entre la recepción y el remedio.

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