Hervimos, pues, a mi hijo y lo comimos; y al día siguiente le dije: Da tu hijo para que lo comamos; y ella ha escondido a su hijo.

Ver. 29. Así que hervimos a mi hijo y nos lo comimos. ] La suada masculina, la hizo exigir a su hijo esa vida, que no mucho antes se la había dado; poniéndolo no en su seno, sino en sus entrañas. Esto fue amenazado de antemano. Levítico 26:29

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