Y ninguna cosa contaminante, ni todo lo que hace abominación o hace mentira entrará en ella, sino las que están escritas en el libro de la vida del Cordero.

Ver. 27. Y no habrá ] Aunque la serpiente pudiera arrollarse al paraíso, ninguna persona inmunda puede entrar a esta santa ciudad. Tertuliano llamó al teatro de Pompeyo (que era el mayor ornamento de la antigua Roma) arcem omnium turpitudinum, la pocilga de toda inmundicia. El cielo no es tal.

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