Y tú, su hijo, Belsasar, no humillaste tu corazón, aunque sabías todo esto;

Ver. 22. Y tú, su hijo, oh Belsasar, no has humillado tu corazón. ] No fue una pequeña agravación de sus pecados no ser advertido, y ahora lo oirá por ambos oídos. ¿El quitarse los ojos del rey francés, que antes prometía con sus ojos ver quemado a uno de los verdaderos siervos de Dios, que no ve ser el golpe de la mano de Dios? Entonces su hijo Francis, sin tener en cuenta la raya de su padre, tendría que proceder todavía a quemar al mismo hombre. ¿Y no le dio el mismo Dios tal golpe en la oreja que le costó la vida? a

a Hechos y lunes, fol. 1914.

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