Porque un sueño surge de la multitud de negocios; y la voz del necio [se conoce] por muchas palabras.

Ver. 3. Porque un sueño surge a través de una multitud de negocios. ] Cuando todos los demás sentidos están atados por el sueño, el alma entra en la tienda de la fantasía y opera allí, por lo general, de acuerdo con los negocios y ocupaciones del día pasado; et fieri videntur quae fieri tamen non videntur, dice Tertuliano, a esas cosas que parecen hacerse en un sueño, que sin embargo no se ve que se hagan en absoluto: no son más que vanae iactationes negotiosae animae, los vagabundeos de una mente ocupada.

De la misma manera un necio, un tipo desalmado, desalmado, que siendo sensual y sin "el espíritu de gracia y súplicas", no tiene los afectos ni las expresiones de la santa oración, "multiplica las palabras sin conocimiento", piensa distinguir en palabras. lo que quiere en valor, siendo λαλειν αριστος, λεγειν δε αδυνατωτατος, como Plutarco dice de Alcibíades, uno que podía hablar mucho pero hablar poco: "Su voz se conoce por multitud de palabras.

"No es más que una" voz "que se oye, no es más que un sonido que se hace, como el sonido incierto de una trompeta, que nadie puede decir qué significa, qué hacer con él. Corniculas citius en África, quam res rationesque solidus in Turriani scriptis reperias, dice uno, b de modo que aquí si hay algo que valga la pena en las palabras del necio, es por casualidad, como dice Aristóteles, c que los sueños predicen por casualidad las cosas que suceden.

Dejemos que nos preocupemos de evitar tanto como sea posible la charlatanería y el tedio espléndidos y superfluos, pero especialmente en la oración, no sea que "ofrezcamos el sacrificio de los necios" y Dios se enoje con nosotros. Porque así como no es el volumen de la voz de un predicador, sino el peso y la santidad de su materia, y el espíritu del predicador, lo que mueve al oyente sabio e inteligente, así no es el trabajo de los labios, sino el trabajo de el corazón que prevalece con Dios.

La oración de los baalitas no fue más tediosa que la breve de Elías, pero más concisa que breve. Y fue Elías el que habló fuerte y se apresuró en el cielo. Que el necio aprenda, por tanto, a mostrar más ingenio en su discurso que las palabras, no sea que siendo conocido por su voz, se encuentre, como hizo el ruiseñor, con algún laconiano que no dejará de decirle: Vox tu es, praeterea nihil, Eres una voz y eso es todo.

a Tertull., De Anima, cap. 49.

b Beringer., Contra Idol. cum Salut. Ángel.

c Aristot., De Divinat. por Insom.

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