No se hará mención de coral ni de perlas: porque el precio de la sabiduría [es] más que los rubíes.

Ver. 18. No se hará mención de coral ] No se hablará de coral o carbunclo, de perla o de cualquier otra de las joyas más raras y ricas de todo el mundo. Leemos de Cleopatra, que compitiendo con Antonio en el lujo, se bebió una perla de increíble precio disuelta en vinagre; y de Carlos, duque de Borgoña, que en la lucha de Nansey perdió un diamante de ese valor, ut eo tota aliqua regio emi posset, que con ello un hombre podría haber comprado un país entero (Macrob. Sat. lib. 5, cap.17; Alsted. Chronol.). Posteriormente se colocó en la triple corona del Papa; pero de ninguna manera digna de ser mencionada en el mismo día con sabiduría.

Porque el precio de la sabiduría está por encima de los rubíes ], que se llaman así por su hermoso color rojizo. Ver Lamentaciones 4:7 . Algunas perlas lo rinden; de lo cual dice Plinio, Principium culmenque rerum ommum pretii margaritae tenent, Las perlas son el principal de todas las cosas preciosas. Eran tan de antaño; pero no lo son hoy.

¡Qué grandes sumas se dieron una vez por las reliquias de los santos (como los llamaban) y los perdones de los papas! pero ahora el mundo se ha vuelto más sabio. Inglaterra ya no es un bebé; no hay hombre aquí, pero ahora sabe que hacen tonterías que dan oro por plomo, más peso de eso que reciben de esto. Esto y mucho más con el mismo propósito habla Enrique VIII (en su protesta contra el Papa), quien sin embargo, como un débil chapucero, no se arriesgó al precio de esta verdadera sabiduría; como aparece en ese discurso público suyo en el parlamento, hay muchos que están demasiado ocupados con su nuevo sumpsimus, y otros que adoran demasiado su viejo mumpsimus. La nueva religión, aunque verdadera, la envidiaba; despreciaba al viejo, aunque suyo; ser como un pájaro moteado, o un pastel a medio hornear, etc.

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