He aquí, viene la hora, sí, ahora ha llegado, en que seréis esparcidos cada uno por lo suyo, y me dejaréis solo; y sin embargo, no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

Ver. 32. He aquí, la hora viene, etc. ] Tan parecida a una vejiga es el alma, que llena de vanidades terrenales, aunque sea viento, crece grande y se hincha de orgullo; pero si se pincha con el más mínimo alfiler de dolor punzante, se marchita en nada.

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