Bendice, alma mía, al SEÑOR, y no olvides ninguno de sus beneficios.

Ver. 2. Bendice al señor, alma mía ] David encontró algo de embotamiento y somnolencia; de ahí que tan a menudo se ponga la espina en el pecho; de ahí que instiga tan impetuosamente su alma, como se dice aquí.

Y no olvides todos sus beneficios ] El olvido es una tumba; Mírelo: el pan que comimos pronto se olvida con nosotros, como ocurre con los niños; ni nada perece tan pronto con muchos como un buen acto, Aμναμονες οι βροτοι (Píndaro). Alfonso, rey de Aragón, profesó que no le extrañaba tanto la ingratitud de sus cortesanos hacia él (que había elevado a muchos de ellos de mezquitas a grandes propiedades, que poco recordaban) como la suya propia para con Dios.

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