Cuando guardé silencio, mis huesos envejecieron a través de mi rugido durante todo el día.

Ver. 3. Cuando guardé silencio ] es decir, mientras yo, por engaño de espíritu (porque esta levadura de hipocresía está más o menos en los mejores corazones, aunque no se mueva allí), oculté mi pecado y guardé el consejo del diablo, contentándome con sus falsas medicinas y placiboes. Ese viejo homicida sabe bien que así como el pecado es la enfermedad del alma, así la confesión es el vómito del alma; y que no hay manera de purgar el alma enferma sino hacia arriba.

Por tanto, cierra los labios para que el corazón no se desahogue. David, por su persuasión, guardó silencio por un tiempo, pero lo que encontró fue a su favor; y si se hubiera mantenido así, habría sido para su ruina. Los hombres, con dolor de conciencia, eludirán la comodidad en lugar de pedir el perdón; como el hijo pródigo se unió primero a un ciudadano, luego comió cáscaras, etc., antes de que decidiera regresar.

Satanás había seducido primero a David, y luego lo amordazó, por así decirlo, para que pudiera guardar silencio. Pero entonces Dios lo tomó y lo puso sobre el potro, donde rugió hasta que resolvió confesar. Y lo mismo sucedió con Bilney, Bainham, Whittle y muchos otros mártires, quienes, habiendo cedido primero, nunca pudieron descansar dentro de sí mismos hasta que hubieran confesado públicamente su falta y se hubieran retractado de sus suscripciones a esos artículos papistas.

Mis huesos envejecieron ] es decir, mi fuerza se consumió y se consumió, estaba en una situación lamentable, per febrim forsan, dice un expositor, por una fiebre, posiblemente, el fruto de su aflicción interior. Tan amargo y gravoso es el pecado encubierto y guardado.

A través de mi rugir todo el día ] Como una fiera, belluinos potius quam humanos gemitus et querimonias fudi, más bien rugí para debilitar mi cuerpo que arrepentirme para aliviar mi conciencia (Jun.). Lloré de dolor, pero no recé por perdón. Como el león en la trampa ruge, como el pájaro en la ginebra revolotea, así se marcha con los hipócritas bajo la mano de Dios (y también con hombres mejores a veces, y durante una temporada); pero sobre todo en los remordimientos de conciencia, braman como toros en una red, o puercos cuando se les pega; golpean el aire con muchos rugidos y rugidos brutales, que no les sirven más que si un buey saliera del matadero después del golpe mortal que le dieron; el aguijón de la conciencia aún permanece.

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