Pusiste nuestras iniquidades delante de ti, nuestros [pecados] secretos a la luz de tu rostro.

Ver. 8. Has puesto nuestras iniquidades delante de ti ] Como juez hace las fechorías de un malhechor, junto con las pruebas y evidencias.

Nuestros pecados secretos ] De los que nunca nos dimos cuenta o los habíamos olvidado por completo (los pecados de nuestra juventud, algunos lo hacen, pero no tan bien), esos pecados que esperábamos haber secretado, tal era nuestra hipocresía.

A la luz de tu semblante ] Esta luz la has utilizado para descubrir nuestros males más íntimos, los que se encuentran en el corazón del país, por así decirlo, como las murmuraciones y la incredulidad de nuestros corazones, etc. Estos tus ojos puros, más claros y radiantes que el sol mismo, han discernido claramente. La naturaleza nos enseña que el ojo ardiente no necesita luz exterior, sino que ve extramitiendo, enviando un rayo, etc.

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