Y le dirá: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Entonces él responderá: [Aquellos] con los que fui herido [en] la casa de mis amigos.

Ver. 6. Y le dirán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? ] Jerónimo aquí supone que el falso profeta fue crucificado por su falsa doctrina, y luego cuestionado. Esto es mejor que el de los intérpretes papistas, que necesitarán tenerlo para significar Cristo, y sus llagas en la cruz, como engañador del pueblo, Oπλανος, Mateo 27:63 , ese engañador en nuestros mismos rostros ( Eustath.

). Luciano el ateo lo llama vilmente εσκολοπισμενον σοφιστην, el engañador crucificado; pero el texto es claro que la persona a la que se habla aquí, y que da una respuesta, es el falso profeta, ahora un verdadero converso; como aparece por sus frutos, que da rápido y espeso; siendo como la vara de Aarón, pronto cambió de una vara seca a un árbol floreciente. Avergonzado está en el fondo de sus antiguas falsedades; y como en el corazón, así en el hábito está alterado; porque ya no se pondrá más ropa rústica, la ropa de los profetas en aquellos días, para engañar, como los capuchinos y otras órdenes de frailes, o más bien mentirosos, en este día, 2Re 1: 8 Isaías 20:2 Mateo 3:4 . Abrenuncia y abjura, cuasi conceptis verbis, de su anterior profesión de profeta o orador principal, entre otros.

No soy profeta ] sino un simple labrador o pastor; eso es todo lo que realmente puedo fingir. Y por último, en este versículo, habiendo pasado por la disciplina de la Iglesia como un seductor, hará lo que Josué le aconsejó a Acán: Da gloria al Señor, hijo mío, y confiesa tu pecado, Josué 7:19 ; aprobará la severidad de la Iglesia usada para su corrección, aunque debería quedar mutilado o marcado hasta el día de su muerte.

En el punto de la seducción (dice el Sr. Cotton, descantándose sobre este texto), si un hombre por convicción ve la maldad de su camino, y humilla su alma ante Dios, y da satisfacción a la Iglesia y al Estado donde será convencido, en Con tal convicción y arrepentimiento encontramos libertad para perdonar, pero sin embargo lo estigmatizamos. Pero, ¿por qué se había celebrado la convocatoria en Oxford para poner una marca de ignominia en las mejillas de aquellos teólogos extravagantes que acudían en su ayuda, porque no les agradaba en el punto del matrimonio de los sacerdotes, que defendían? O el obispo Laud por sus estigmas Landissobre el renombrado Sr. Prinne, por su constancia en la verdad? Cuánto mejor sus predecesores, Stephen Langton, quien crucificó a ese pseudo Cristo, que mostraba marcas de heridas en sus manos, pies y costados, 1206 d.C., y Odo Severo, quien quemó a la concubina del rey Edwin (a quien más adoraba) en el frente con un hierro candente, y la desterró a Irlanda, en el año 934 d.C.

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