8-13La caridad es muy preferible a los dones de los que se enorgullecían los corintios. Por su mayor permanencia. Es una gracia que dura como la eternidad. El estado presente es el de la infancia, el futuro el de la virilidad. Tal es la diferencia entre la tierra y el cielo. ¡Qué visión tan estrecha, qué noción tan confusa de las cosas tienen los niños cuando se les compara con los hombres adultos! Así pensaremos en nuestros más preciados dones de este mundo, cuando lleguemos al cielo. Todas las cosas son oscuras y confusas ahora, comparadas con lo que serán en el futuro. Sólo pueden ser vistas como por el reflejo en un espejo, o en la descripción de un acertijo; pero de aquí en adelante nuestro conocimiento estará libre de toda oscuridad y error. Sólo la luz del cielo eliminará todas las nubes y tinieblas que nos ocultan el rostro de Dios. Para resumir las excelencias de la caridad, se la prefiere no sólo a los dones, sino a las demás gracias, a la fe y a la esperanza. La fe se fija en la revelación divina, y asiente a ella, confiando en el divino Redentor. La esperanza se fija en la felicidad futura, y la espera; pero en el cielo, la fe será absorbida por la visión real, y la esperanza por el disfrute. No hay lugar para creer y esperar, cuando vemos y disfrutamos. Pero allí, el amor se hará perfecto. Allí amaremos perfectamente a Dios. Y allí nos amaremos perfectamente unos a otros. ¡Bendito estado! ¡Cuánto supera lo mejor de abajo! Dios es amor, 1 Juan 4:8; 1 Juan 4:16. Donde Dios debe ser visto como es, y cara a cara, la caridad está en su apogeo; solo allí se perfeccionará.

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