1-10 El profeta, en visión, vio al Señor parado sobre el altar idólatra en Betel. Dondequiera que los pecadores huyan de la justicia de Dios, los alcanzará. Aquellos a quienes Dios trae al cielo por su gracia, nunca serán abatidos; pero aquellos que buscan escalar allá por vana confianza en sí mismos, serán abatidos y llenos de vergüenza. Lo que hace que la fuga sea imposible y la ruina segura, es que Dios pondrá sus ojos en ellos para el mal, no para el bien. Desdichados deben ser aquellos en quienes el Señor busca el mal, y no el bien. El Señor esparciría a los judíos y los visitaría con calamidades, ya que el maíz se sacude en un tamiz; pero salvaría a algunos de entre ellos. La asombrosa preservación de los judíos como un pueblo distinto, parece aquí anunciada. Si los profesores se hacen como el mundo, Dios los nivelará con el mundo. Los pecadores que se halaguen así, descubrirán que su profesión no los protegerá.

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