1-12 Vean qué inquieta es la malicia. Los perseguidores consideran que es un favor peculiar tener su malicia alimentada. Predicar a Cristo, el fin de la ley, no era una ofensa contra la ley. En los tiempos de sufrimiento se pone a prueba la prudencia del pueblo del Señor, así como su paciencia; necesitan sabiduría. Los que son inocentes deben insistir en su inocencia. Pablo estaba dispuesto a acatar las normas de la ley y a dejar que ésta siguiera su curso. Si merecía la muerte, aceptaría el castigo. Pero si nada de lo que le acusaban era cierto, nadie podría entregarle con justicia. Pablo no es liberado ni condenado. Es un ejemplo de los pasos lentos que da la Providencia, por los que a menudo nos avergonzamos, tanto de nuestras esperanzas como de nuestros temores, y quedamos a la espera de Dios.

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