1,2 Los justos son librados del aguijón de la muerte, no del golpe de la misma. El mundo descuidado ignora esto. Pocos lo lamentan como una pérdida pública, y muy pocos lo notan como una advertencia pública. Se los llevan con compasión, para que no vean el mal, ni lo compartan, ni sean tentados por él. El hombre justo, cuando muere, entra en paz y descanso.

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