9-16 El profeta desafía a los enemigos de los judíos. Sus esfuerzos serían vanos, y ellos mismos se harían pedazos. Nos preocupa, en tiempos de problemas, velar contra todos los temores que nos ponen en rumbo torcido por nuestra propia seguridad. El temor creyente de Dios preserva el temor inquietante del hombre. Si pensáramos correctamente en la grandeza y la gloria de Dios, deberíamos ver restringido todo el poder de nuestros enemigos. El Señor, que será un santuario para quienes confíen en él, será una piedra de tropiezo y una roca de ofensa para quienes hagan de la criatura su miedo y su esperanza. Si las cosas de Dios nos ofenden, nos deshacerán. El apóstol cita esto en cuanto a todos los que persistieron en la incredulidad del evangelio de Cristo, 1 Pedro 2:8. El crucificado Emmanuel, que fue y es una piedra de tropiezo y una roca ofensiva para los judíos incrédulos, no lo es menos para miles de los llamados cristianos. La predicación de la cruz es necedad en su estima; Sus doctrinas y preceptos los ofenden.

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