12-18 El profeta reconoce el favor de Dios al establecer la religión. Hay plenitud de consuelo en Dios, plenitud desbordante y siempre fluyente, como una fuente. Siempre es fresco y claro, como el agua de manantial, mientras que los placeres del pecado son aguas de charco. Ora a Dios por sanidad, salvando misericordia. Él apela a Dios con respecto a su fiel descarga del cargo al que fue llamado. Humildemente le ruega a Dios que lo posea y lo proteja en la obra a la que claramente lo había llamado. Cualesquiera que sean las heridas o enfermedades que encontremos en nuestros corazones y conciencias, apliquemos al Señor para sanarnos, para salvarnos, para que nuestras almas puedan alabar su nombre. Sus manos pueden vendar la conciencia perturbada y sanar el corazón roto; él puede curar las peores enfermedades de nuestra naturaleza.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad