25-27 Si queremos saber estas cosas para nuestro bien, debemos orar y depender de la enseñanza del Espíritu Santo; así las palabras de Jesús serán traídas a nuestra memoria, y se aclararán muchas dificultades que no son claras para otros. A todos los santos se les da el Espíritu de gracia para que sea el que recuerde, y a él, por la fe y la oración, debemos encomendar la guarda de lo que oímos y sabemos. La paz se pone por todo bien, y Cristo nos ha dejado todo lo que es real y verdaderamente bueno, todo el bien prometido; la paz de espíritu de nuestra justificación ante Dios. A esto Cristo lo llama su paz, porque él mismo es nuestra Paz. La paz de Dios difiere ampliamente de la de los fariseos o hipócritas, como lo demuestran sus efectos humillantes y santos.

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