28-35 El ejercicio constante de la fe en Cristo, es la parte más importante y difícil de la obediencia que se requiere de nosotros, como pecadores que buscan la salvación. Cuando por su gracia somos capaces de vivir una vida de fe en el Hijo de Dios, los temperamentos santos siguen, y los servicios aceptables pueden ser hechos. Dios, su Padre, que dio a sus padres aquel alimento del cielo para sostener su vida natural, les dio ahora el verdadero Pan para la salvación de sus almas. Venir a Jesús, y creer en él, significan lo mismo. Cristo muestra que es el verdadero Pan; es para el alma lo que el pan es para el cuerpo, alimenta y sostiene la vida espiritual. Él es el Pan de Dios. Pan que el Padre da, que ha hecho para que sea el alimento de nuestras almas. El pan sólo alimenta con las fuerzas de un cuerpo vivo; pero Cristo es él mismo el Pan vivo, y alimenta con su propio poder. La doctrina de Cristo crucificado es ahora tan fortalecedora y reconfortante para el creyente como siempre lo fue. Él es el Pan que bajó del cielo. Denota la divinidad de la persona de Cristo y su autoridad; también, el origen divino de todo el bien que fluye hacia nosotros a través de él. Que podamos decir con comprensión y seriedad: Señor, danos siempre este Pan.

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