36-46 El descubrimiento de su culpabilidad, peligro y remedio, por la enseñanza del Espíritu Santo, hace que los hombres estén dispuestos y contentos de venir, y dejar todo lo que impide aplicar a él para la salvación. La voluntad del Padre es que ninguno de los que fueron entregados al Hijo sea rechazado o perdido por él. Nadie vendrá hasta que la gracia divina haya subyugado y cambiado en parte su corazón; por lo tanto, nadie que venga será rechazado. El Evangelio no encuentra a nadie dispuesto a ser salvado de la manera humilde y santa que en él se da a conocer; pero Dios atrae con su palabra y el Espíritu Santo; y el deber del hombre es oír y aprender; es decir, recibir la gracia ofrecida y consentir en la promesa. Nadie había visto al Padre sino su amado Hijo; y los judíos debían esperar ser enseñados por su poder interior sobre sus mentes, y por su palabra, y los ministros que enviaba entre ellos.

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