28-34 A los que desean sinceramente que se les enseñe su deber, Cristo los guiará en el juicio y les enseñará su camino. Le dice al escriba que el gran mandamiento, que de hecho incluye a todos, es el de amar a Dios con todo el corazón. Dondequiera que éste sea el principio rector del alma, habrá una disposición para todos los demás deberes. Si amamos a Dios con todo nuestro corazón, nos comprometemos a hacer todo lo que a él le agrada. Los sacrificios sólo representaban las expiaciones por las transgresiones de los hombres a la ley moral; no tenían ningún poder sino en la medida en que expresaban el arrepentimiento y la fe en el Salvador prometido, y en la medida en que conducían a la obediencia moral. Y como no hemos amado así a Dios y a los hombres, sino todo lo contrario, somos pecadores condenados; necesitamos arrepentimiento y misericordia. Cristo aprobó lo que dijo el escriba y lo animó. Se mostró justo para seguir avanzando; porque este conocimiento de la ley conduce a la convicción del pecado, al arrepentimiento, al descubrimiento de nuestra necesidad de misericordia y a la comprensión del camino de la justificación por Cristo.

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