10-20 Cristo muestra que la contaminación que debían temer no provenía de lo que entraba en sus bocas como alimento, sino de lo que salía de sus bocas, que mostraba la maldad de sus corazones. Nada perdurará en el alma sino las gracias regeneradoras del Espíritu Santo; y nada debe admitirse en la iglesia sino lo que viene de lo alto; por lo tanto, quien se ofenda por una declaración clara y oportuna de la verdad, no debe turbarse por ello. Los discípulos piden que se les enseñe mejor en este asunto. Cuando una cabeza débil duda sobre cualquier palabra de Cristo, un corazón recto y una mente dispuesta buscan instrucción. Es el corazón el que es desesperadamente perverso,  Jeremias 17:9, pues no hay pecado de palabra o de obra, que no haya sido primero en el corazón. Todos salen del hombre, y son frutos de esa maldad que está en el corazón, y que se forja allí. Cuando Cristo enseñe, mostrará a los hombres el engaño y la maldad de sus propios corazones; les enseñará a humillarse y a buscar ser limpiados en la Fuente abierta para el pecado y la impureza.

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