1-14 El rey de Moab formó un plan para maldecir al pueblo de Israel; es decir, poner a Dios en contra de ellos, que hasta ahora habían luchado por ellos. Tenía una noción falsa, de que si podía conseguir que un profeta orara por el mal sobre ellos y pronunciara una bendición sobre sí mismo y sus fuerzas, entonces él debería ser capaz de tratar con ellos. Ninguno tenía tan buena reputación como Balaam; y Balac lo empleará, aunque él le envíe un gran camino. No se sabe si el Señor había hablado alguna vez con Balaam, o por él, antes de esto; aunque es probable que lo haya tenido, y es seguro que lo hizo después. Sin embargo, tenemos abundantes pruebas de que vivió y murió como un hombre malvado, enemigo de Dios y su pueblo. Y la maldición no vendrá sobre nosotros si no hay una causa, aunque los hombres la pronuncien. Para prevalecer con Balaam, tomaron la paga de la injusticia, pero Dios impuso restricción sobre Balaam, prohibiéndole que maldijera a Israel. Balaam no era ajeno a la causa de Israel; de modo que debería haber respondido a los mensajeros de inmediato, que nunca maldeciría a un pueblo a quien Dios había bendecido; pero se toma una noche para considerar lo que debe hacer. Cuando hablamos con las tentaciones, corremos un gran peligro de ser vencidos. Balaam no fue fiel al devolver la respuesta de Dios a los mensajeros. Esas son una marca justa para la tentación de Satanás, que disminuyen las restricciones divinas; como si ir en contra de la ley de Dios fuera solo ir sin su permiso. Los mensajeros tampoco son fieles al devolver la respuesta de Balaam a Balac. Así, muchos son abusados ​​por los halagos de quienes los rodean, y se les impide ver sus propias fallas y locuras.

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