22-29 El apóstol buscaba las cosas de Cristo más que su propia voluntad, y no quería dejar su trabajo de plantar iglesias para ir a Roma. A todos nos concierne hacer primero lo que es más necesario. No debemos tomar a mal que nuestros amigos prefieran el trabajo que agrada a Dios, antes que las visitas y los cumplimientos, que pueden agradarnos. Se espera justamente de todos los cristianos que promuevan toda obra buena, especialmente esa obra bendita que es la conversión de las almas. La sociedad cristiana es un cielo en la tierra, una prueba de nuestra reunión con Cristo en el gran día. Sin embargo, no es más que una parte, comparada con nuestra comunión con Cristo; pues sólo eso satisface el alma. El apóstol iba a Jerusalén como mensajero de la caridad. Dios ama al dador alegre. Todo lo que pasa entre los cristianos debe ser una prueba y un ejemplo de la unión que tienen en Jesucristo. Los gentiles recibieron el evangelio de la salvación de los judíos; por lo tanto, estaban obligados a ministrarles en lo que fuera necesario para el cuerpo. En cuanto a lo que esperaba de ellos, habla con dudas; pero en cuanto a lo que esperaba de Dios, habla con confianza. No podemos esperar demasiado poco del hombre, ni demasiado de Dios. Y ¡qué delicioso y ventajoso es tener el evangelio con la plenitud de sus bendiciones! ¡Qué efectos maravillosos y felices produce, cuando va acompañado del poder del Espíritu!

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