5-9 Lo que amamos, nos encanta pensar. Los que se regocijan en Dios, por su bien, hacen de Jerusalén su alegría. Decidieron resueltamente mantener este afecto. Cuando sufrimos, debemos recordar con tristeza piadosa nuestras misericordias perdidas y nuestros pecados por los cuales los perdimos. Si las ventajas temporales alguna vez hacen una profesión, la peor calamidad le ha sucedido. Lejos sea de nosotros vengarnos; se lo dejaremos a Aquel que ha dicho: La venganza es mía. Aquellos que se alegran de las calamidades, especialmente de las calamidades de Jerusalén, no quedarán sin castigo. No podemos rezar por el éxito prometido a la iglesia de Dios sin mirar, aunque no pronunciemos una oración, por la ruina de sus enemigos. Pero recordemos de quién es la gracia y la salvación completa que tenemos, que tenemos la esperanza de ser llevados a casa en la Jerusalén celestial.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad