1-7 Cada vez que venimos a la presencia de Dios, debemos venir con acción de gracias. El Señor debe ser alabado; no queremos materia, estaría bien si no quisiéramos un corazón. Cuán grande es ese Dios, de quien es toda la tierra, y su plenitud; ¡quién dirige y dispone de todo! El Señor Jesús, a quien aquí se nos enseña a alabar, es un gran Dios; el poderoso Dios es uno de sus títulos, y Dios sobre todo, bendecido para siempre. A él se le da todo el poder, tanto en el cielo como en la tierra. Él es nuestro Dios, y debemos alabarlo. Él es nuestro Salvador y el Autor de nuestra bendición. La iglesia del evangelio es su rebaño, Cristo es el gran y buen pastor de los creyentes; los buscó cuando se perdieron y los llevó a su redil.

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