Lo haré un pilar en el templo de mi Dios; lo fijaré tan hermoso, tan útil e inamovible como un pilar en la iglesia de Dios. Y no saldrá más, sino que será santo y feliz para siempre. Y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, para que la naturaleza y la imagen de Dios se le presenten visiblemente. Y el nombre de la ciudad de mi Dios, dándole un título para habitar en la Nueva Jerusalén. Y mi nuevo nombre: una participación en esa alegría en la que entré, después de vencer a todos mis enemigos.

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